Pavelló de la Vall d’Hebrón, Barcelona. 10 de febrero de 2004.
Ir a un concierto de Dream Theater es siempre una experiencia especial. Evidentemente, no son una banda de temas facilones con estribillos pegadizos, y los fans que llenaban el Pabellón de la Vall d’Hebrón de Barcelona lo sabían. Los neoyorquinos habían complacido con...
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Crónica realizada por: Ángel de las Heras
Pavelló de la Vall d’Hebrón, Barcelona. 10 de febrero de 2004.
Ir a un concierto de Dream Theater es siempre una experiencia especial. Evidentemente, no son una banda de temas facilones con estribillos pegadizos, y los fans que llenaban el Pabellón de la Vall d’Hebrón de Barcelona lo sabían. Los neoyorquinos habían complacido con su último disco a sus seguidores más metaleros, un poco en detrimento, quizá, de aquellos que apostaban por la vena más sinfónica y progresiva del grupo, pero en un concierto de más de 3 horas como éste, evidentemente hubo para todos.
La noche empezaba con el calentamiento del personal mediante la aparición en las 3 pantallas de vídeo ubicadas tras el escenario de imágenes retrospectivas de la banda, incluyendo sus primeros tiempos como “Majesty”, y recorriendo las portadas de todos sus álbumes y breves fragmentos de actuaciones en directo correspondientes a cada uno de ellos. Inmediatamente después, John Myung iniciaba con su bajo la hora de la verdad con el fraseo de la intro de “As I am”, el primer tema del reciente “Train of thoughts”. A partir de ahí, una velada en la línea de lo que Dream Theater nos tiene acostumbrados: una sucesión implacable de temas extensos, ejecutados de manera impecable (quizá el más flojo fue el cantante James La Brie, aunque correcto), combinando la velocidad extrema con los “oasis” melódicos. Quien no supiera a lo que iba, podía llevarse un verdadero chasco y no ver ni oír más que una sucesión de digitaciones de prestidigitador, ritmos endiablados y cambiantes, donde la técnica y la velocidad podían llegar a ahogar la riqueza compositiva. Para éstos, realmente, la actitud del grupo no fue demasiado cercana, a excepción de Mike Portnoy, riendo y bromeando durante las 3 horas. Pero claro, no es él, desde la batería, el que puede mostrarse más atento con sus fans. John Petrucci sólo estuvo pendiente de sus guitarras y La Brie desaparecía del escenario en cuanto un fragmento en el que no interviniera se lo permitía. Myung, como siempre, distante, y Jordan Rudess, atado a su teclado giratorio, poco podía hacer. En anteriores visitas se habían mostrado mucho más próximos con su público. Ahora bien, por las reacciones y la actitud de la gente durante todo el concierto, esto no parecía importar a nadie. Los seguidores de Dream Theater, admiran a sus músicos justo como eso, músicos, no como “relaciones públicas” ni “simpáticos colegas”, y saludaban los temas más clásicos del grupo con ovaciones constantes. Las 3 horas largas (con un breve descaso de unos 15 minutos) confirmaron el estatus de los de Nueva York dentro del panorama del metal progresivo como el grupo de referencia por excelencia.
Acompañaron el show con la proyección en las pantallas de vídeo de una combinación de imágenes del mismo directo, portadas de sus álbumes, imágenes de síntesis digital (bastante discretas, la verdad) y unos pequeños homenajes a Frank Zappa, que apareció brevemente, y a la película “El Club de los Poetas Muertos”, un fragmento de la cual sirvió para reanudar el concierto tras el descanso. Las imágenes que aparecían de la propia actuación no tenían demasiada calidad, y venían de 3 cámaras fijas para Myung, Rudess y Portnoy y otra más que, desde la zona de control, captaba las evoluciones de La Brie y Petrucci. Al menos, eso sí, al hacerlo así no había nadie por el escenario dando la vara para grabar.
En definitiva, un gran concierto en cuanto a lo musical, siempre y cuando disfrutes con el género, y mejorable en cuanto a la actitud con el público… siempre y cuando eso te importe.
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Crónica realizada por: Ángel de las Heras
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