Lo ocurrido en las siguientes tres horas, salvando al grupo telonero (Mañana), fue para algunos un conciertazo, para otros, literalmente, una mierda pinchá en un palo, y hasta hubo algunos que casi sintieron un orgasmo llegando a afirmar que había sido el concierto de sus vidas. Comparto la opinión de todos ellos, porque todos pueden tener parte de razón. Micah P. Hinson se sentiría orgulloso por haber conseguido provocar tan diferentes opiniones y estados de ánimo a través de su música. Nada es tan bueno o tan malo, ni siquiera comparándolo con algo, todo es cuestión de gustos y, en el caso del artista tejano, de emociones.
Antes de subir al escenario ya había creado cierta expectación, al menos en mi. ¿Vendrá acompañado de banda? ¿Se centrará en los temas de su nuevo álbum, Micah P. Hinson and the Red Empire Orchestra? “¡Oh, qué guapo!”. Micah y los dos músicos que le acompañaban salen impecablemente vestidos de traje y corbata. En su guitarra acústica tiene pegada una bonita fotografía de su esposa, a quien más tarde hizo subir al escenario para dedicarle una canción, en uno de los grandes y más tiernos momentos de la noche. En dos horas de concierto dio lugar para todo, para nuevas canciones y sobre todo para repasar lo mejor de su discografía, donde no faltó casi ninguno de sus mejores temas aunque esto es cuestión de gustos, claro. Pero entre todas ellas tuvimos ocasión de disfrutar de "Jackeyed", la preciosa "You're Only Lonely", "Beneath the Rose" o "Patience".
Sus discos están plagados de detalles, en especial de arreglos de cuerda y claro, en un directo a no ser que te llegue el presupuesto, es difícil que todo suene como en el disco. Lo cual hace que sus canciones sean versiones de sí mismas llevadas a un estilo mucho más salvaje, como si la vida le fuera en ello a la hora de rasgar su guitarra o cantar una estrofa. Aun así, la versión de Micah P. Hinson en directo es asombrosa y vibrante, en especial si consigues despegarte de cualquier tipo de prejuicio y te metes en su mundo.
La gran diferencia entre un buen artista y otro que no lo es tanto puede estar en la personalidad, en la capacidad de crear a través de sus propias vivencias y emociones, incluso más allá de si es excelente como músico. Es la diferencia entre “esta canción me suena mucho a…” y “Dios, se ha dejado el alma”. Yo prefiero la segunda, y de ahí que lo vivido ese sábado por la noche, aunque prefiera la versión en disco de sus canciones, es uno de los derroches de sinceridad más plausibles que he visto encima de un escenario.
No era necesario escuchar las canciones, tan sólo con sus intervenciones entre canción y canción para hablar con el público ya transmitía quién es, de dónde viene y a dónde va. Si bien la sensación entre el público en general era la de sentirse en el sur más profundo, como si del lejano oeste se tratará, detrás de aquello yo siempre veía un gran prado verde… y en él, un gran lobo corriendo libre.
Camino de la Sala Q, pasamos en coche por el Prado de San Sebastián, allí el comentario fue: “Vale, asumo que está bien mantener nuestras tradiciones y todo eso pero ¿por qué recuperamos sólo las que rememoran una época de servidumbre y desigualdades sociales y no también alguna que destaque la historia de la cultura de esta ciudad?” Algo así se podría decir del futuro cierre de esta sala de conciertos, la cual es muy probable que tenga que cerrar sus puertas al final de la presente temporada, dada la falta de ayudas por parte del Ayuntamiento y del ICAS. Nosotros hemos vivido una cuestión muy similar hace no más de un año, con el cierre de una revista cultural por falta de apoyos públicos y privados, ya que estos iban siempre dirigidos a unos pocos, a unos pocos amigos, a los que hay que “ayudar” aunque no lo necesiten tanto como otros. Tristemente esto es así y no hay mucho más que hacer, salvo levantarte e intentarlo de nuevo, y eso ya es mucho más de lo que muchos podrían llegar a hacer nunca. Ánimo.
Redacción y fotografías: Rosa Montero González y Antonio Abad Albarrán.